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El porqué de este blog

Nunca algo que me sale tan natural y tan fácil como escribir me resultó tan complicado. Pero sé, desde que pensé en viajar, que quería escribir un blog y que tal vez esa fuera la mejor manera de llegar a todos mis amigos y familiares sin olvidarme de nadie y sin dejar de contar nada. En el fondo, hace mucho más tiempo que pensé en escribir un blog, desde que alguna vez me lo sugirieron cuando dije cuánto amaba escribir pero en ese momento yo no sabía cómo empezar ni de qué hablar.

Y ahora se me dio la excusa perfecta. Como seguramente sepas si llegaste acá, me voy de viaje, a recorrer Sudamérica. Falta, un montón (o poco, depende cómo lo mires): me voy en septiembre. Pero a mí me está pasando, desde más o menos enero, que ya me siento viajando. A veces la rutina me lo hace olvidar: el tedio del trabajo, la sistematización, el subte lleno, la cabeza en preocupaciones chiquitas, un mal día, etc. Y sin embargo, cada tanto vuelvo a cambiar la mirada y me doy cuenta que ya estoy viajando, que siempre viajé, y que el viajar es simplemente una cuestión de puntos de vista.

Para los que me conocen – y los que no se van a dar cuenta rápido – soy de irme por las ramas. Y ahora tengo tantas ganas de escribir, que me sale todo vomitado y mezclado. Hago lo que puedo: me resulta más fácil escribir ficción que escribir lo que me sale de adentro, porque se conjuga con un montón de pensamientos, emociones y reflexiones.

En fin, decía, para mí ya estoy viajando. Buenos Aires es una ciudad detestable, pero también es increíble. Hay millones de cosas para hacer, para ver, para divertirse. Y la misma ciudad está llena de rincones distintos que no tienen nada que ver el uno con el otro – eso que no conozco ni la mitad. Pero así como a veces odio Buenos Aires y tengo muchísimas ganas de salir ya de acá, de no vivir más en el caos, en las veredas rotas, las calles cortadas, la inseguridad, la pobreza que se ve en las calles, la gente apurada y enojada – o triste –, el quilombo del tránsito, las bocinas, los ruidos, la desprolijidad y los precios, en muchos momentos me freno y veo el resto de la ciudad, una ciudad inmensa, con su Historia (que tanto me gusta[1]), sus pequeñas historias, su gente, sus edificios, sus calles, sus barrios, su constante movimiento, sus lugarcitos.

Todo, TODO, es parte de un viaje. Buenos Aires (y Martínez, mi casa), se transformaron en un lugar que me hospeda unos meses, hasta el próximo destino: Ushuaia. Pero que, como todos los lugares que vaya a visitar (y espero, sean muchos), me invitan a vivir viajando, sobretodo cuando para mí viajar NO significa “no hacer nada, no laburar, tomarme un año sabático, desperdiciar el tiempo, cortar con mi vida”. Mis ambivalencias con respecto a mi ciudad (¿es “mi” ciudad? Yo no nací acá y sólo viví un año, ¿en qué momento me adueñé de ella?), al menos en este 2014, me demuestran algo que ya presentía: el próximo tiempo que dedique a recorrer Sudamérica, al viajar propiamente dicho, no va a ser todo perfecto, ni va a ser un constante asombrarme, ni un estado estático de fascinación. Seguramente, como me pasa acá, tenga días en que vea todo distinto, todo lindo, en los que preste atención a los detalles, me asombré de cosas chiquitas, mire a la gente, aprecie el lugar, disfrute hacer las cosas calmadas y pasear, me sienta feliz. Pero seguramente también tenga días o ratos en los que me angustie, o esté cansada, o no pueda disfrutar, o me enoje, o tenga mal humor, o extrañe, o me rutinice y no sepa ver nada. O peor, sobretodo conociéndome, algo no salga como esperaba, algo no cumpla mis expectativas, entonces no sepa apreciar lo que aparece y sorprende, distinto, y único. Porque claramente, dudo que algo sea lo que esperaba – de hecho, eso es lo más interesante – pero mi mundo imaginado suele ser muy poderoso y peligroso.

Tal vez parezca que no tenga mucho sentido escribir un blog ahora, cuando todavía falta para irme, cuando tengo a mis seres más queridos todavía muy cerca físicamente. Pero en realidad, para mí empezar este blog significa adueñarme de mi viaje, de mi sueño, de mi idea, de mi nueva realidad. Significa dar un primer paso (¿o ya lo dí cuando tomé la decisión, o antes cuando me picó el bichito la primera vez, o cuando saqué el pasaje?). Significa, principalmente, tomar conciencia de que ya estoy viajando.


[1] Para el que no sabe, estudio Historia. Y me encanta. Y por sobretodas las cosas me fascina la historia argentina. No sé porqué.

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